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Sharm el-Sheikh: el nuevo tablero de la paz en Gaza y el pulso por el futuro de Medio Oriente
Por Administrador
Publicado en 13/10/2025 10:49
GEOPOLÍTICA AL DÍA

El balneario egipcio de Sharm el-Sheikh, símbolo de turismo y diplomacia en el Mar Rojo, se ha convertido este 13 de octubre de 2025 en el epicentro de la política mundial. Bajo un sol inclemente y con un despliegue de seguridad sin precedentes, líderes de más de treinta países se reúnen para lo que muchos califican como “la cumbre de la última oportunidad”: el intento más serio de establecer una paz duradera entre Israel y Hamás después de un año devastador de conflicto.

La cita, impulsada por Egipto y respaldada por Estados Unidos, reúne a figuras como el presidente Donald Trump, el presidente francés Emmanuel Macron, la canciller alemana Friedrich Merz, el primer ministro británico Keir Starmer, la primera ministra italiana Giorgia Meloni, así como representantes de Turquía, Qatar, Arabia Saudita y la Unión Europea. También asisten observadores de Naciones Unidas, el Banco Mundial y la Liga Árabe, además de enviados especiales de Rusia y China, interesados en mantener una presencia discreta pero estratégica.

Un escenario de guerra contenida

El alto al fuego declarado en septiembre, tras meses de enfrentamientos en Gaza, ha traído una calma frágil. La destrucción en la Franja es monumental: más de 38.000 muertos, centenares de miles de desplazados y una infraestructura colapsada. La liberación de los últimos 20 rehenes vivos por parte de Hamás, a cambio de 1.900 prisioneros palestinos, marcó un punto de inflexión humanitario, pero no garantiza la estabilidad.

En este contexto, la cumbre busca transformar la tregua en un acuerdo político estructural, con tres ejes:

  1. Establecer un alto al fuego permanente.
  2. Garantizar la entrada continua de ayuda humanitaria bajo supervisión internacional.
  3. Diseñar un mecanismo de gobernanza transitoria para Gaza con participación árabe y palestina moderada, pero sin control directo de Hamás.

El objetivo, según un diplomático egipcio citado por Reuters, es crear una “autoridad interina civil” respaldada por Naciones Unidas y financiada por una coalición internacional liderada por EE. UU., la UE y los países del Golfo.

El papel de Egipto: mediador entre la arena y el fuego

Egipto vuelve a asumir su histórico rol de mediador. Desde los acuerdos de Camp David de 1978, El Cairo ha sido el interlocutor más estable entre Israel y el mundo árabe. Su presidente, Abdel Fattah al-Sisi, ha invertido capital político y militar en contener la expansión del conflicto hacia el Sinaí y proteger su frontera de Rafah, donde la presión migratoria palestina amenaza con una crisis regional.

La ubicación de la cumbre no es casual: Sharm el-Sheikh fue sede de las negociaciones climáticas COP27 en 2022 y ahora se convierte en símbolo de una diplomacia que busca “desintoxicar” Medio Oriente del ciclo de guerra. “Egipto intenta mostrarse como la única potencia árabe capaz de hablar con todos: con Israel, con Hamás, con Estados Unidos y con Irán, indirectamente a través de Qatar”, explican analistas de Al-Ahram Policy Center.

Trump reaparece como arquitecto de una “paz por poder”

El regreso de Donald Trump al escenario internacional ha reconfigurado las expectativas. Su presencia en Egipto —donde además recibió la Orden del Nilo, el más alto honor estatal— muestra una ofensiva diplomática para recuperar influencia en el mundo árabe. En su discurso inaugural, el mandatario estadounidense proclamó que “la paz duradera en Gaza es el primer paso hacia un nuevo Medio Oriente de prosperidad compartida”.

Sin embargo, su visión, bautizada por algunos medios como “Paz 2.0”, tiene un marcado componente de control geopolítico. Washington busca que la reconstrucción de Gaza se financie con capital del Golfo, pero bajo la supervisión del Banco Mundial y empresas estadounidenses de infraestructura. El plan también incluye incentivos económicos para Jordania y Egipto, a cambio de fortalecer la vigilancia fronteriza y reducir la influencia iraní.

Europa: entre la moral y la realpolitik

La Unión Europea llega a la cumbre dividida. Francia y Alemania apoyan un esquema internacional que mantenga a Israel bajo obligaciones de derecho humanitario y facilite un Estado palestino viable. Pero otros países, como Hungría o Italia, defienden una línea más pragmática centrada en la “estabilidad primero, soberanía después”.

El presidente Emmanuel Macron, que enfrenta una crisis política interna, busca reposicionarse como mediador entre Occidente y el mundo árabe. En declaraciones previas al encuentro, sostuvo que “Europa debe dejar de ser espectadora de la tragedia de Gaza y convertirse en garante del derecho internacional”. Su propuesta de una fuerza europea de observación en el corredor de Rafah ha ganado cierto respaldo dentro del Consejo Europeo.

Por su parte, la canciller alemana Friedrich Merz ha subrayado la importancia de reconstruir la infraestructura civil y sanitaria de Gaza bajo “supervisión técnica y financiera transparente”, un mensaje que apunta tanto a Hamás como a la corrupción crónica dentro de la Autoridad Palestina.

Qatar y Turquía: los mediadores incómodos

Dos actores clave, Qatar y Turquía, se han consolidado como intermediarios esenciales entre Hamás y Occidente. Doha alberga parte de la cúpula política del movimiento islamista, mientras que Ankara ha intensificado su retórica en defensa del pueblo palestino, intentando ganar influencia sobre las masas árabes.

Qatar, por su parte, se presenta como “puente financiero y diplomático”. Su canciller, Mohammed bin Abdulrahman Al Thani, insistió en que la reconstrucción no puede estar condicionada al desarme inmediato de Hamás, sino a una secuencia de compromisos verificables. La postura qatarí choca frontalmente con las exigencias de Israel y EE. UU., que demandan la total neutralización del brazo armado de Hamás antes de liberar fondos internacionales.

Turquía, bajo el liderazgo de Recep Tayyip Erdoğan, ha pedido una “conferencia regional paralela” que incluya a Irán y Siria, argumentando que cualquier acuerdo duradero debe incorporar a todos los actores de seguridad regional. Aunque la propuesta fue recibida con escepticismo, subraya la compleja red de equilibrios que define la política de Medio Oriente.

El desafío israelí: gobernar sin gobernar Gaza

El gobierno israelí llega a la cumbre dividido internamente. Aunque el alto al fuego cuenta con el apoyo de la mayoría de la población agotada por la guerra, sectores de la derecha exigen mantener el control militar sobre Gaza “hasta erradicar el terrorismo completamente”.
El primer ministro Benjamin Netanyahu, presionado por sus socios ultranacionalistas, ha intentado equilibrar su discurso: “Israel no busca ocupar Gaza, pero tampoco permitirá que vuelva a ser base de ataques”.

La delegación israelí propone una fórmula interina donde una coalición árabe-internacional asuma la administración civil, mientras Israel conserva la supervisión de seguridad fronteriza. La idea de un “protectorado temporal” ha sido criticada por la Autoridad Palestina y por países árabes que temen una fragmentación permanente del territorio palestino.

Irán y el eje de resistencia: observadores, no invitados

Aunque Teherán no fue invitado oficialmente, su sombra planea sobre cada sala de reuniones. Irán ha advertido que cualquier intento de excluir a los “movimientos de resistencia” —Hamás, Hezbolá, yemeníes hutíes— será interpretado como una agresión indirecta. Fuentes cercanas al gobierno iraní afirman que Teherán ha reforzado sus lazos con Qatar y con Siria para mantener canales de influencia.

Rusia y China, aunque mantienen una presencia discreta, apoyan la inclusión de actores no occidentales en la reconstrucción, y ven en la crisis una oportunidad para erosionar la hegemonía estadounidense en Medio Oriente. Moscú busca ofrecer cooperación energética y de seguridad, mientras Pekín ofrece infraestructura y créditos blandos a cambio de contratos a largo plazo.

Geoeconomía de la paz: quién paga la reconstrucción

La devastación de Gaza requiere un plan de reconstrucción estimado en más de 60.000 millones de dólares, según cálculos preliminares del Banco Mundial. Estados Unidos y la Unión Europea han prometido un fondo inicial de 10.000 millones, condicionado al establecimiento de una autoridad civil no vinculada a Hamás. Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, aunque comprometidos a financiar proyectos, exigen garantías de transparencia y control internacional.

Detrás del discurso humanitario, se libra una competencia feroz por los contratos de reconstrucción: empresas estadounidenses, europeas, chinas y turcas compiten por liderar la nueva “industria de la posguerra”. Expertos señalan que la reconstrucción de Gaza podría convertirse en un laboratorio de cooperación global… o en un nuevo foco de corrupción y desigualdad.

Un frágil optimismo

La Cumbre de Sharm el-Sheikh no promete soluciones inmediatas, pero representa un punto de inflexión simbólico. Los discursos oficiales coinciden en la urgencia de romper el ciclo de violencia. La gran incógnita es si las potencias podrán sostener la paz más allá de las cámaras y los comunicados conjuntos.

“Hoy todos hablan de paz, pero en el fondo cada uno busca su propia victoria política”, comenta un analista de la Universidad Americana de El Cairo. “Egipto quiere estabilidad, EE. UU. quiere control, Europa quiere relevancia, y Hamás quiere sobrevivir. La pregunta es: ¿quién quiere realmente la paz por sí misma?”

 

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