Estados Unidos ha reforzado significativamente su presencia militar en el Caribe al 19 de noviembre de 2025, con el arribo del portaaviones nuclear USS Gerald R. Ford y su grupo de ataque, en lo que analistas describen como el movimiento naval más importante en la región en varias décadas. La operación, que involucra destructores, buques anfibios y un submarino, ha reconfigurado el panorama de seguridad en el hemisferio.
La presencia estadounidense incluye además un contingente superior a 15.000 efectivos, distribuidos entre embarcaciones y bases en el Caribe. Parte del despliegue terrestre y aéreo se concentra en Puerto Rico, donde la antigua estación naval de Roosevelt Roads ha sido reactivada como centro logístico y operativo, devolviéndole un papel estratégico en la región.
A este refuerzo se suma el arribo de cazas F-35 a la pista de Ceiba, base aérea que ahora funciona como punto clave para operaciones conjuntas. Aeronaves de transporte y apoyo logístico también han incrementado su actividad, lo que permite una respuesta rápida ante misiones de vigilancia, interdicción o despliegue táctico.
La ofensiva forma parte de la Operación “Southern Spear”, anunciada a mediados de noviembre, enfocada oficialmente en el combate contra el narcotráfico y las organizaciones criminales transnacionales. La estrategia contempla el uso de drones, sistemas robóticos y embarcaciones no tripuladas para vigilar rutas marítimas y aéreas de alto riesgo.
Sin embargo, el despliegue ha generado inquietudes geopolíticas. Varios especialistas sostienen que, aunque el componente antidrogas es real, el aumento de fuerza coincide con un incremento de tensiones entre Washington y el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela. Caracas ha acusado a Estados Unidos de utilizar la lucha contra el narcotráfico como “pretexto” para justificar una presencia militar que considera amenazante.
La capacidad de fuego que Estados Unidos ha instalado en el Caribe es considerable. El USS Gerald R. Ford opera cerca de 90 aeronaves y está escoltado por 12 buques adicionales equipados con misiles guiados y sistemas de defensa avanzada. Esta configuración otorga a la flota un dominio amplio en operaciones aéreas, marítimas y de proyección territorial.
Como complemento terrestre, Estados Unidos mantiene presencia activa en aeropuertos de Aruba y Curazao, además de acuerdos de cooperación con gobiernos caribeños que facilitan movilidad de personal y equipo. La red de bases y puntos de apoyo amplía la capacidad de sostener operaciones por tiempo prolongado.
Las reacciones internacionales no se han hecho esperar. Gobiernos como el de Cuba han denunciado el despliegue como una amenaza directa, mientras expertos advierten que la tensión podría aumentar si se interpreta que Washington se prepara para una intervención más agresiva. Pese a las críticas, la administración estadounidense insiste en que la prioridad es garantizar la seguridad marítima y frenar actividades ilícitas en una de las rutas más dinámicas del hemisferio.