La madrugada del 9 de septiembre marcó un punto de inflexión en la relación entre Rusia y la OTAN. Al menos 19 drones rusos irrumpieron en el espacio aéreo polaco, provocando una respuesta inmediata de las fuerzas aliadas. Algunos fueron derribados, otros dejaron restos esparcidos por el territorio. Polonia, en una maniobra diplomática contundente, invocó el Artículo 4 del Tratado del Atlántico Norte, activando consultas urgentes entre los países miembros.
La reacción del Kremlin no tardó en llegar. Dmitry Peskov, portavoz presidencial, declaró el 15 de septiembre que “la OTAN está en guerra con Rusia”. Según él, el apoyo militar que la alianza brinda a Ucrania constituye una participación directa en el conflicto. “Es evidente, y no se necesita más confirmación”, afirmó ante los medios, en una declaración que sacudió los cimientos diplomáticos europeos.
La respuesta de la OTAN fue estratégica. Se lanzó la Operación Centinela del Este, una iniciativa militar que refuerza la defensa en el flanco oriental. Dinamarca, Francia, Reino Unido y Alemania se sumaron al despliegue, en lo que el secretario general de la Alianza, Mark Rutte, calificó como “la mayor concentración de violaciones del espacio aéreo de la OTAN que se haya visto”.
Las palabras de Peskov no surgieron en el vacío. Fueron una reacción directa a las declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores de Polonia, Radoslaw Sikorski, quien había negado que la OTAN estuviera en guerra con Rusia. Sikorski, además, sugirió que la alianza debería considerar imponer una zona de exclusión aérea sobre Ucrania si Kiev lo solicita.
Sikorski argumentó que derribar drones y objetos voladores más allá del territorio nacional podría mejorar la seguridad de los ciudadanos. “La protección sería mayor si pudiéramos combatir estas amenazas antes de que crucen nuestras fronteras”, señaló. Sus palabras fueron recogidas por medios como Frankfurter Allgemeiner y The Washington Post.
El contexto de estas tensiones se remonta a febrero de 2022, cuando Vladímir Putin ordenó la invasión de Ucrania. Desde entonces, la relación entre Moscú y la OTAN ha ido deteriorándose, con episodios cada vez más provocadores. Las incursiones aéreas en Polonia, Rumania y Estonia en septiembre de 2025 han encendido todas las alarmas3.
Mientras tanto, Rusia y Bielorrusia concluyeron los ejercicios militares Zapad-2025, con la participación de 100.000 soldados y simulacros con armas nucleares tácticas. Putin supervisó personalmente las maniobras, vestido con uniforme militar, en una imagen que muchos interpretan como un mensaje directo a Occidente5.
La posibilidad de que la OTAN implemente una zona de exclusión aérea sobre Ucrania sigue siendo incierta. Sikorski lo planteó como una opción viable, pero dejó claro que no es una decisión que Polonia pueda tomar en solitario. La alianza deberá evaluar cuidadosamente los riesgos de una escalada aún mayor en el conflicto.