Caracas, 26 de agosto de 2025.
El ministro de Defensa de Venezuela, Vladimir Padrino López, anunció este martes el despliegue de buques de mayor porte en aguas territoriales del Caribe, junto con el envío de 15.000 funcionarios de seguridad a los estados fronterizos de Táchira y Zulia, como parte del refuerzo de la Operación Relámpago del Catatumbo. La medida ocurre en un contexto marcado por el aumento de la presencia militar estadounidense en la región.
En un mensaje difundido en Instagram, Padrino detalló que la estrategia contempla drones de vigilancia, puntos de atención ciudadana, unidades fluviales con la Infantería de Marina, patrullas navales en el Lago de Maracaibo y en el Golfo de Venezuela, además de buques desplegados hacia el norte del Caribe.
El gobierno venezolano también activó la primera Zona Binacional de Desarrollo y Paz en la frontera con Colombia, apoyada por 60 Unidades de Reacción Rápida (URRA) —30 en Zulia y 30 en Táchira—, integradas por 50 hombres cada una. “Es una planificación rápida basada en el conocimiento del territorio y de las amenazas”, aseguró Padrino, aludiendo a la presencia de bandas de narcotráfico y grupos irregulares.
No obstante, este movimiento tiene un fuerte trasfondo geopolítico. La operación coincide con el despliegue naval de Estados Unidos frente a las costas venezolanas, donde buques de guerra y destructores forman parte de una ofensiva regional contra los carteles de la droga. Washington ha dejado claro que uno de sus objetivos es el “Cartel de los Soles”, vinculado a figuras de la cúpula militar venezolana, y que responsabiliza directamente al régimen de Nicolás Maduro de proteger redes criminales trasnacionales.
La dinámica refleja un pulso estratégico en el Caribe: mientras Estados Unidos busca consolidar su influencia en la región y aumentar la presión sobre Caracas, el gobierno venezolano responde reforzando la defensa territorial y proyectando poder en sus fronteras y mares.
Analistas consideran que esta rivalidad militar podría incrementar el riesgo de incidentes en aguas del Caribe y en la frontera colombo-venezolana, al convertirse en un escenario de fricción entre dos fuerzas con intereses opuestos: la disuasión estadounidense y la resistencia venezolana.
De fondo, el Caribe vuelve a convertirse en un tablero de disputa geoestratégica, donde la narrativa oficial de Caracas habla de “lucha contra el narcotráfico y soberanía nacional”, mientras Washington busca mostrar que su presencia es un mensaje directo contra Maduro y la élite militar que lo respalda.