La madrugada del jueves, una nueva tragedia estremeció al sistema penitenciario ecuatoriano. En el Centro de Privación de Libertad Nº 2 de Esmeraldas se produjo un violento enfrentamiento entre reclusos que dejó al menos diecisiete fallecidos, apenas un día después de la matanza en la cárcel de Machala, donde catorce personas habían perdido la vida.

Moradores cercanos al penal relataron que escucharon disparos, ráfagas de fusil y detonaciones durante varias horas de la madrugada. El caos se extendió hasta bien entrada la mañana, cuando fuerzas policiales y militares cercaron la zona para impedir fugas y restablecer el control dentro del recinto.

Versiones preliminares señalan que la confrontación se originó en el pabellón C, tras una alarma sobre la supuesta muerte de un preso. Esa noticia habría servido de distracción para que internos se hicieran con llaves de celdas y, presuntamente, incluso con un arma de fuego, lo que permitió el ingreso violento a otros sectores del penal.

De acuerdo con informes, el ataque estuvo dirigido por miembros de Los Tiguerones contra reclusos asociados a Los Choneros y Los Lobos, dos de las organizaciones delictivas más poderosas del país y que figuran en listas de grupos terroristas de Estados Unidos. Imágenes difundidas en redes sociales muestran escenas de extrema crudeza, con cuerpos mutilados en pasillos y patios del centro carcelario.

El Servicio Nacional de Atención Integral a Personas Adultas Privadas de Libertad y a Adolescentes Infractores confirmó el saldo preliminar de diecisiete muertos, aunque familiares de los internos aseguran que aún hay desaparecidos y reclaman información clara. Decenas de personas se mantienen a las afueras de la prisión, esperando noticias sobre sus parientes.

La magnitud del enfrentamiento llevó al despliegue de más de 1.500 militares y 800 policías, quienes realizan un control de armas, municiones y explosivos en los tres pabellones del penal. Además, se reforzó la presencia de seguridad en distintos puntos del cantón Esmeraldas ante el temor de nuevos brotes de violencia.

Este hecho se suma a una serie de masacres carcelarias que han golpeado a Ecuador en los últimos años, evidenciando la debilidad del sistema penitenciario frente al poder de las bandas criminales. El hacinamiento, la corrupción y la falta de control sobre el ingreso de armas son factores que, según expertos, facilitan la repetición de estas matanzas.

La comunidad internacional ha expresado preocupación por la creciente ola de violencia en los centros penitenciarios ecuatorianos. Mientras tanto, el Gobierno enfrenta la presión de encontrar soluciones inmediatas a una crisis que, en menos de una semana, ha dejado más de treinta muertos en dos prisiones del país.