El 11 de septiembre de 2001 se convirtió en una herida abierta en la historia de Estados Unidos. Los atentados que derribaron las Torres Gemelas y golpearon el Pentágono no solo transformaron la política global, sino también el destino de quienes estuvieron en el centro de aquella jornada crítica.
George W. Bush, presidente en funciones durante los ataques, fue criticado por su reacción inicial. Mientras el país quedaba paralizado por el terror, Bush permanecía ausente a bordo del Air Force One. No fue hasta la noche cuando habló a la nación, en un discurso que muchos consideraron tardío. Poco después, proclamó la “guerra contra el terrorismo” y abrió las puertas a las invasiones de Afganistán e Irak, guerras que hoy siguen siendo cuestionadas.
Con el paso del tiempo, Bush se retiró a su rancho en Texas y adoptó un perfil discreto como expresidente. Su legado sigue marcado por aquellas decisiones bélicas. En 2022, protagonizó un lapsus al referirse a la invasión de Irak como “injustificada”, lo que reavivó las críticas sobre su papel en uno de los capítulos más polémicos de la política exterior estadounidense.
Rudy Giuliani, alcalde de Nueva York en aquel fatídico día, se convirtió en símbolo de resiliencia al encabezar la respuesta inmediata tras el colapso de las torres. Su imagen de líder firme contrastó con la ausencia de Bush. Sin embargo, su trayectoria se deterioró en los años siguientes. Pasó de ser un héroe nacional a abogado y figura política al servicio de Donald Trump.
Su papel en los intentos por desconocer las elecciones presidenciales de 2020 y su cercanía con el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 lo alejaron de la vida pública. A esto se sumaron problemas financieros, acusaciones judiciales y una caída estrepitosa de su prestigio, hasta quedar marcado como un político en desgracia.
En el terreno judicial, ocho militantes de Al Qaeda vinculados a los atentados fueron capturados en los años posteriores. En 2006, un jurado federal rechazó la pena de muerte y los condenó a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional. Osama Bin Laden, autor intelectual de la masacre, escapó durante años y no fue localizado hasta 2011, cuando un comando estadounidense lo abatió en Pakistán.
Joe Biden, entonces senador y presidente del Comité de Asuntos Exteriores, respaldó en 2001 las decisiones militares de Bush. Años después, reconoció los errores de aquella postura. El destino lo colocó en la presidencia dos décadas más tarde, cuando le tocó gestionar la caótica retirada de Afganistán, cerrando el ciclo iniciado el 11-S.
El aniversario número 24 del ataque recuerda no solo la magnitud del dolor causado, sino también la transformación de sus protagonistas: Bush marcado por la guerra, Giuliani por el descrédito, Biden por el peso de la historia y Al Qaeda por la derrota de su liderazgo. El 11-S sigue siendo un espejo incómodo de las consecuencias del terrorismo y de las respuestas que cambiaron el mundo.