Varsovia se encuentra en el centro de la atención internacional luego de que 19 drones rusos penetraran su espacio aéreo durante la madrugada del martes, en el marco de un amplio ataque contra Ucrania. El hecho marca un punto de inflexión: por primera vez desde el inicio de la guerra en 2022, un país de la OTAN derribó aparatos rusos dentro de sus fronteras, elevando la tensión a niveles no vistos desde la Guerra Fría.
El primer ministro Donald Tusk advirtió que Polonia está “en el umbral más cercano a un conflicto abierto desde la Segunda Guerra Mundial” y anunció la invocación del Artículo 4 del Tratado del Atlántico Norte, que obliga a los aliados a consultas urgentes cuando la seguridad de un miembro se ve amenazada. La decisión convierte a este episodio en un desafío directo a la cohesión de la Alianza Atlántica.
La respuesta militar fue inmediata: cazas F-16 polacos, apoyados por aeronaves F-35 de Países Bajos e Italia y sistemas antiaéreos alemanes, lograron derribar al menos tres drones confirmados y neutralizar un cuarto. Restos de los aparatos fueron hallados en las regiones de Lublin y Podlaskie, sin que se reportaran víctimas mortales, aunque sí daños menores en propiedades civiles.
La OTAN condenó categóricamente la incursión, calificándola como “una provocación imprudente” y reiteró que defenderá “cada centímetro del territorio aliado”. El secretario general Mark Rutte sostuvo que la alianza “no busca la guerra con Rusia”, pero advirtió que cualquier ataque deliberado contra un país miembro activaría el Artículo 5, es decir, la defensa colectiva.
Desde Moscú, el Kremlin negó que los drones hayan tenido como objetivo Polonia, insistiendo en que se trató de aparatos desviados de sus rutas contra Ucrania. Sin embargo, la explicación fue recibida con escepticismo en Varsovia y Bruselas, donde se interpreta la acción como parte de una estrategia rusa de testear los límites de la OTAN y medir su disposición a responder.
El incidente ocurre en un momento crítico: Rusia intensifica sus ataques contra la infraestructura energética y logística de Ucrania, mientras refuerza su presencia militar en Bielorrusia, lo que genera preocupación en los países bálticos y en el flanco oriental de la alianza. Para Polonia, este episodio confirma que la guerra en Ucrania ya no es un conflicto aislado, sino una amenaza directa a su seguridad nacional.
La Unión Europea también reaccionó con dureza. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión, anunció que se coordinarán nuevas sanciones contra Moscú y subrayó que “la integridad territorial de Polonia es la integridad de toda Europa”. Analistas en Bruselas advierten que el bloque podría acelerar planes de cooperación militar conjunta ante el riesgo de una mayor escalada.
En el tablero geopolítico, lo ocurrido en Polonia resalta la fragilidad del equilibrio actual: cualquier error de cálculo podría transformar la guerra en Ucrania en un conflicto continental. Por ahora, la estrategia occidental parece centrarse en la disuasión y la unidad, mientras la comunidad internacional observa con preocupación cómo un episodio con drones no tripulados podría encender la chispa de una confrontación mucho mayor.
Los F-35 holandeses han interceptado drones rusos sobre Polonia. En el marco de la OTAN, nuestros F-35 contribuyen significativamente a la defensa de nuestra seguridad colectiva. Esto es precisamente lo que estamos dispuestos a hacer do. Así es como mantenemos a distancia la creciente amenaza rusa.