Washington D.C.— El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firmó este viernes 5 de septiembre una orden ejecutiva que revive un término histórico cargado de simbolismo: el Departamento de Defensa podrá ser denominado oficialmente como Departamento de Guerra, un gesto con el que busca reforzar la imagen de unas Fuerzas Armadas más combativas y directas en el escenario mundial.
La disposición, que entró en vigor de inmediato, no sustituye de manera legal el nombre vigente desde 1947, pero sí autoriza el uso del título alternativo en ceremonias, documentos oficiales y comunicaciones formales. Con ello, el mandatario republicano da cumplimiento a lo que venía anunciando desde hace semanas, cuando aseguró que “Defensa es solo una parte, pero la guerra es lo que realmente hacemos”.
El cambio ha generado reacciones encontradas en Washington. Para los partidarios de Trump, la decisión es un regreso a la “verdadera tradición militar” de Estados Unidos, vinculada a los triunfos de la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Sus detractores, en cambio, consideran que la medida envía al mundo un mensaje de confrontación en un momento de tensiones crecientes con potencias rivales y conflictos activos en varias regiones.
El jefe del Pentágono, Pete Hegseth, se mostró entusiasta durante un evento en Georgia, donde aseguró a los cadetes que “el espíritu guerrero de la nación vuelve a ocupar el lugar que nunca debió perder”. Hegseth, uno de los principales promotores de este giro simbólico, ha impulsado una línea dura que incluye la eliminación de programas de diversidad y la salida de altos mandos a los que acusó de haber sido promovidos por criterios políticos y no militares.
Históricamente, Estados Unidos tuvo un Departamento de Guerra desde su independencia hasta 1947. Ese año, el presidente Harry Truman reorganizó las Fuerzas Armadas y creó el Departamento de Defensa para englobar al Ejército, la Marina y la recién establecida Fuerza Aérea. El cambio buscaba reflejar un enfoque más amplio de seguridad nacional tras la Segunda Guerra Mundial y el inicio de la Guerra Fría.
Aunque la orden ejecutiva de Trump tiene alcance limitado, varios congresistas republicanos ya han expresado su intención de presentar un proyecto de ley que formalice la modificación. Para que el nuevo nombre se convierta en ley, el Congreso debe aprobarlo, lo que abre un debate que podría extenderse en los próximos meses.
Analistas señalan que, más allá del aspecto legal, la decisión constituye un poderoso gesto político. “Trump quiere dejar claro que Estados Unidos no se esconderá detrás de un discurso defensivo, sino que está dispuesto a ejercer poder militar sin ambigüedades”, comentó un especialista en seguridad consultado por este medio.
Mientras tanto, la medida reaviva discusiones sobre la identidad militar de la nación más poderosa del mundo. ¿Se trata de una estrategia de reafirmación ante rivales como China, Rusia e Irán, o de un retroceso a un lenguaje que prioriza la fuerza sobre la diplomacia? La respuesta marcará el rumbo de la política exterior estadounidense en los años por venir.