Por : ALEX ESPINAL | ESPECIALISTA EN DEFENSA Y SEGURIDAD NACIONAL
En 1823, el presidente estadounidense James Monroe proclamó una línea histórica: “América para los americanos”. Con esta declaración, Estados Unidos se adjudicaba el papel de protector del hemisferio occidental frente a cualquier intervención europea. Dos siglos después, en pleno siglo XXI, Donald Trump parece revivir —aunque con otro lenguaje y objetivos— el espíritu geopolítico de aquella doctrina.
Aunque los contextos son distintos, el fondo estratégico muestra sorprendentes similitudes: una visión pragmática del poder, un rechazo a la intervención externa en América Latina, y una obsesiva prioridad por los intereses estadounidenses sobre cualquier principio universal. Pero hay una diferencia sustancial: Trump no busca expandir la democracia, sino proteger intereses geoeconómicos, aunque eso implique acercarse a regímenes autoritarios.
La doctrina Monroe: hegemonía sin nombre
Promulgada en un momento de debilidad europea tras las guerras napoleónicas, la Doctrina Monroe tenía dos ejes:
- Excluir a las potencias europeas de América Latina.
- Consolidar la influencia estadounidense como barrera contra recolonizaciones.
A pesar de su tono defensivo, con el tiempo fue utilizada para justificar intervenciones militares, golpes de Estado e injerencias políticas en todo el continente, en nombre de la “libertad” y la “estabilidad”.
Trump 2025: intereses, no ideales
Desde su primer mandato, Donald Trump ha reiterado que “Estados Unidos no tiene que enseñar a nadie cómo gobernarse”. En su segundo período, ha profundizado esta línea con decisiones estructurales:
- Eliminación de USAID y su rol en el fortalecimiento institucional y democrático.
- Cierre de Voice of America, medio de contranarrativa en regímenes cerrados.
- Reducción drástica del personal del Departamento de Estado.
- Renuncia explícita a comentar procesos electorales, “salvo que exista interés estratégico” para Washington.
Lo que antes era diplomacia preventiva, hoy es silencio selectivo. En palabras del propio Trump: “No vamos a imponer modelos. Solo vamos a respaldar a quienes coincidan con nuestros intereses.”
Similitudes estratégicas
Aunque separados por 200 años, Monroe y Trump coinciden en varios aspectos fundamentales:
Eje estratégico
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Doctrina Monroe (1823)
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Política Trump (2025)
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América como zona de control
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Exclusión de potencias europeas
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Rechazo a la influencia china, rusa e iraní
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Intervención selectiva
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Solo si peligraban intereses de EE.UU.
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Solo si hay intereses estratégicos directos
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Hegemonía hemisférica
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Sí, con discurso libertador
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Sí, con discurso nacionalista
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Rechazo a la universalidad
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América tenía su camino propio
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Cada país debe resolver sus problemas internos
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La diferencia clave: la democracia ya no importa
A diferencia del uso histórico de la Doctrina Monroe para justificar la expansión del “modelo americano” de democracia, Trump abandona explícitamente la promoción de valores. Bajo su lógica, puede aliarse con regímenes autoritarios si son útiles para sus intereses comerciales o de seguridad.
Esto ha provocado un vacío de legitimidad moral en la política exterior estadounidense, sobre todo en regiones donde partidos opositores y organizaciones civiles veían en Washington un respaldo implícito.
La nueva política tiene implicaciones globales:
- En América Latina, gobiernos autoritarios tienen más margen para manipular elecciones sin sanción internacional.
- En África y Asia, países en transición democrática pierden el respaldo institucional que antes ofrecía USAID.
- A nivel sistémico, actores como China, Rusia o Irán se mueven con mayor soltura para llenar el vacío que deja EE.UU. con alianzas, créditos e infraestructura.
Aunque Trump nunca ha invocado directamente la Doctrina Monroe, sus acciones la reactivan bajo una lógica distinta: ya no se trata de proteger a América Latina de Europa, sino de proteger a Estados Unidos de los compromisos éticos del viejo orden liberal.
En tiempos de incertidumbre geopolítica, la Doctrina Monroe revive, no como discurso ideológico, sino como estrategia brutal: la supremacía sin responsabilidad.