La decisión de la administración Trump de reconfigurar profundamente las herramientas diplomáticas tradicionales de Estados Unidos, incluyendo la eliminación de la USAID y la entidad matriz de Voice of America, así como los recortes en el Departamento de Estado, marca un giro estratégico de gran calado en la política exterior de la potencia global. Esta transformación no solo redefine la proyección internacional de EE.UU., sino que reformula su relación con los procesos democráticos emergentes en otras naciones, en especial aquellas que celebrarán elecciones en los próximos meses.
Un repliegue estratégico con consecuencias globales. Aunque el Departamento de Estado afirma que EE.UU. “se mantendrá firme en sus propios valores democráticos” y celebrará cuando otros países opten por el mismo camino, el nuevo paradigma abandona la noción de respaldo activo a procesos electorales y a la sociedad civil. Trump dejó claro en Riad que su gobierno evitará imponer modelos de gobernanza en el extranjero, desmarcándose así del consenso bipartidista que por décadas guió la política exterior estadounidense: apoyar democracias, fortalecer instituciones y contener autoritarismos.
Este repliegue no es simbólico. Representa un vaciamiento real de herramientas históricas de influencia blanda, como:
- USAID, clave en el fortalecimiento institucional y el apoyo a ONGs que vigilan elecciones.
- Voice of America, instrumento de contranarrativa en regímenes cerrados.
- Diplomacia preventiva, ejercida por embajadas a través de pronunciamientos y observación directa de comicios.
Implicaciones para países democráticos con elecciones cercanas
Para democracias frágiles o en transición que se preparan para procesos electorales —en América Latina, África, Europa del Este o el sudeste asiático— esta nueva postura estadounidense envía un mensaje claro: el respaldo moral y político de Washington ya no está garantizado, ni siquiera como advertencia tácita a gobiernos autoritarios.
¿Qué cambia concretamente?
- Menor presión sobre regímenes antidemocráticos
Sin vigilancia diplomática activa ni señales públicas de alerta, los gobiernos con tendencias autoritarias tienen más margen para manipular procesos electorales sin consecuencias reputacionales inmediatas.
- Aislamiento de partidos opositores
Las oposiciones en contextos cerrados pierden un aliado internacional clave. En muchos casos, era el respaldo de EE.UU. lo que evitaba represalias más duras o legitimaba sus denuncias ante el mundo.
- Vacío de influencia liberal que otros pueden llenar
China, Rusia, Irán y otros actores ya han demostrado su disposición a llenar espacios donde EE.UU. se retira, pero con una agenda ajena a la promoción democrática. Esto puede acelerar la deriva autoritaria o la cooptación institucional en países clave.
- Desconfianza en aliados tradicionales
Países democráticos con relaciones históricas con EE.UU. pueden cuestionar el compromiso estratégico estadounidense, redibujando sus políticas exteriores y de defensa.
De la intervención a la indiferencia estratégica
El discurso del presidente Trump contra las “intervenciones costosas”, como las de Irak y Afganistán, busca redefinir el papel de EE.UU. no como garante de un orden liberal global, sino como actor selectivo que prioriza intereses nacionales y alianzas por conveniencia.
Esto cambia las reglas del juego para todos los países que —por principios o conveniencia— esperaban que la democracia siguiera siendo un interés estratégico para Washington. La nueva política deja a muchos frente a un dilema: o fortalecen su institucionalidad sin respaldo externo, o se ven empujados hacia nuevos alineamientos, incluso con potencias no democráticas.
En fin, esta decisión no solo redefine el perfil internacional de EE.UU., sino que recalibra la geopolítica de la democracia. Para países que se encaminan hacia elecciones con riesgos de cooptación institucional o represión, el repliegue estadounidense implica menos presión para cumplir estándares democráticos y menos protección para actores vulnerables.
El vacío no quedará sin llenar. La pregunta es: ¿quién lo ocupará y con qué valores?